Las elecciones y sus descartes

Tarde de agosto. Verano y vacaciones. Estoy leyendo un libro aburrido y escuchando la canción “El pensamiento circular”, de Iván Ferreiro, en bucle. El problema con el libro es que son las memorias de la infancia de un buen escritor, y a mí me aburren mucho las memorias de la infancia de los buenos escritores. Ya lo sabía cuando lo elegí, pero me estoy “medio obligando” a leerlo porque forma parte de una serie de memorias que en su conjunto, me interesan. Con la canción pasa al contrario, su ritmo pausado me trae calma y su letra me anima. Disfruto escuchándola.

Y pienso en las elecciones que vamos haciendo…

Primero de todo diré que no soy de esa clase de personas que suelen decir que no se arrepienten de nada. Más bien al contrario, yo me arrepiento de muchísimas cosas que no he hecho bien y si pudiera volver atrás las haría, sin duda alguna, de una manera totalmente diferente.

El caso es que cuando tomamos una decisión, normalmente elegimos una opción de entre varias. Es decir, las que descartamos son siempre más que la que elegimos. Es como si alguien nos diera dinero para comprar solamente un tipo de fruta, pero una vez en la frutería hay doce tipos de fruta que tienen buena pinta y te apetecería probar. Sin embargo no puedes elegir más que una. Eliges con libertad, es cierto, el poder de decisión es tuyo, pero tienes que dejar fuera once tipos de fruta. Y te puede pasar, como a mí, que cuando llegas a casa con la fruta que has elegido y te la estás comiendo, se te vienen a la mente las posibilidades que tenías delante, el posible sabor que tendrían las once frutas que no has elegido. En definitiva, lo que has descartado para hacer tu elección.

Dicen los expertos que las elecciones realmente importantes que tomamos a lo largo de los años son pocas, seis a lo sumo, ya sabéis, las del tipo: ¿Qué estudio? ¿a qué me dedico? ¿con quién comparto mi vida? ¿tengo hijos o no?, etc, etc.

Esta analogía de las frutas no la hago para estas seis o siete elecciones realmente importantes; se supone que estas se toman de manera bien pensada y consciente (o al menos así debería ser). La hago para el resto, porque lo cierto es que cada día tomamos decisiones, quizás menos trascendentales en el conjunto de los años, o que no definen de manera categórica los pilares sobre los que asentamos nuestra vida, pero que son, al final, importantes y necesarias.

Yo me voy haciendo consciente a medida que pasan los años, de que lo que vamos descartando se hace inmenso. Entre los descartes, siempre existen esas elecciones que no tomamos de manera correcta. De las cuales nos arrepentimos. Que podrían haber hecho que la vida fuera de otra manera: son las espinas. No quiero dar la sensación de estar amargado por lo que pudo haber sido y no fue. No es para tanto. Soy capaz de hacerme responsable de lo que he elegido y aceptar lo que venga a partir de esas decisiones. Pero espinas tengo. Espinas que duelen y que no me gusta rememorar.

A partir de marzo del año pasado, con la llegada de la pandemia, nuestras posibilidades de elección menguaron de muchas maneras. Ha habido muchas personas que se han rebelado precisamente contra esta mengua, exigiendo su libertad individual para elegir sin que el estado o cualquier otro organismo internacional les dicte cómo proceder. Pero en mi caso, creo que esa mengua de posibilidades electivas han tenido un efecto relajante. Me he conformado, de alguna manera, con lo que ha venido, y la ansiedad de tener que estar siempre tomando las elecciones correctas, se ha relajado y me ha relajado a mí en general.

Siempre he sido de los que, si por ejemplo, veo en la televisión a un deportista olímpico compitiendo en remo, desearía haberme dedicado a hacer remo, o a algún otro deporte olímpico. Si veo a un corresponsal hablando de una noticia importante acaecida en Roma, (sigo con ejemplos) desearía estar en Roma para vivirlo de cerca. Si se habla de próximos viajes tripulados a la luna me gustaría tener el currículum necesario para poder viajar allí y si se descubre una red de espionaje internacional pienso en cómo sería ser un espía y llevar una vida emocionante, en constante tensión. Si veo Top Gun quiero conducir aviones (como la mayoría de la población, vale) y si veo Memorias de África voy a la cartilla del banco a ver si tengo ahorros para comprarme una granja en Tanzania. Ya sabéis, de este tipo de gente con los pies lejos del suelo, algo dispersa e irreal, pero muy intensita. Así soy yo.

Sin embargo aquí estoy, pasando mis vacaciones en pausa, dejando los días fluir, sin preocuparme de todo ese mundo que se desenvuelve a mi alrededor y de todas las vidas que me apetecería haber llevado además de la mía. Mis elecciones se basan en leer este libro o escuchar esta canción. Las posibilidades se han reducido y aceptar nunca ha sido tan cómodo ni tan fácil. Veremos cuando todo esto vuelva a la normalidad. Me intriga pensar si seguiré por este camino de paz, o si volveré a oír la llamada de todo eso que se me ofrece ahí fuera y que me estoy perdiendo a cada momento.

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